David Flores Chilcón es la tercera generación de productores de café, pero el sueño que lo mueve va más allá de continuar una tradición: es transformarla.
Nació entre cafetales. Creció oyendo el murmullo de los granos secándose al sol, aprendiendo a leer el cielo para entender cuándo cosechar. David Flores Chilcon es tercera generación de productores de café, pero el sueño que lo mueve va más allá de continuar una tradición: es transformarla.
Con apenas 29 años, este joven de Cutervo ha logrado lo que sus abuelos apenas podían imaginar: llevar el café de su familia —cultivado en las alturas de San Ignacio— a las tazas más exigentes del mundo. Japón, Corea, China, Canadá, Europa, Medio Oriente. Hoy su finca El Morito exporta café de especialidad a más de una decena de países, gracias a una apuesta firme por la calidad, la sostenibilidad y el amor por la tierra.
Y aunque el camino empezó con solo dos cajitas de 20 kilos, ahora despachan contenedores completos. Todo esto sin perder sus raíces: El Morito es una empresa familiar, donde hermanos, primos y tíos se unen en una sola misión.“El café me ha dado todo. Me ha unido a mi familia, me ha permitido educarme, vestir, ayudar. El café es mi vida”, confiesa David.
“Desde que tengo uso de razón, el café ha estado en mi vida. Es parte de mi sangre. Mi abuelo lo sembró, mi padre lo trabajó, y yo decidí llevarlo más lejos”, cuenta David, fundador de la finca El Morito.
“Siempre hemos sido una familia grande, unida por el café. Sin ellos, nada de esto sería posible”, dice.
Además de producir café de alta calidad, han desarrollado un enfoque sostenible y comunitario: “No buscamos tener más tierras, sino mejorar lo que ya tenemos. Queremos que nuestras fincas sean sostenibles, reforestadas y con un valor real, no solo económico, sino ambiental».
Con prácticas agrícolas sostenibles, un laboratorio propio, variedades diversas y un compromiso con las futuras generaciones, El Morito no solo produce café: cultiva esperanza.
“Mi sueño es que El Morito sea la mejor finca del Perú… y por qué no, del mundo”, comenta ilusionado. Y hace poco ha creado la asociación SHIPAL para conectar y apoyar a la gente de su comunidad.
El café les ha abierto puertas, pero también les ha permitido abrirlas a otros: “Gracias al café hemos generado empleo para los jóvenes de la zona. Muchos que pensaban irse del campo, hoy están volviendo. El café les da una oportunidad».

La mira está puesta en el mercado internacional, pero su café también se encuentra en Lima y en otras ciudades: “Mucha gente decía: ‘si tu café se va al extranjero, ¿por qué no podemos probarlo aquí?’. Por eso lanzamos nuestra marca El Morito en grano y molido, disponible por redes».
Porque en cada taza hay una historia. Y esta, sin duda, es una historia que recién empieza.
Fuente : Peru 21